No vamos a explicar en qué consiste y qué implica la designación de los cárteles como grupos terroristas, ya hay demasiadas notas informativas sobre el impacto político, diplomático y económico de esa medida
Jorge A. Amaral
Tras la designación de 6 grupos delictivos mexicanos como terroristas (dos de ellos, michoacanos: el alma de México en el concierto de las naciones) vienen las bravatas de la presidenta Sheinbaum y ese discurso gastado sobre la soberanía nacional.
No vamos a explicar en qué consiste y qué implica la designación de los cárteles como grupos terroristas, ya hay demasiadas notas informativas sobre el impacto político, diplomático y económico de esa medida.
En su mañanera, la presidente habló de reformas a los artículos 19 y 40 de la Carta Magna para evitar intromisiones de Estados Unidos en México, en detrimento de la tan sobada soberanía nacional. “Colaboramos, nos coordinamos, trabajamos juntos, pero no hay injerencismo, no hay violación a la soberanía. Eso es lo que queremos que quede claro en esta definición que han decidido el gobierno de los Estados Unidos y el Senado”.
Donald Trump amenazó con los aranceles a México y de inmediato, para tranquilizar al rubio idiota, se desplegó a la Guardia Nacional para contener el flujo migratorio y el tráfico de fentanilo en la frontera norte. Dígame usted, sin ser diplomáticos ni nada de eso, por puro sentido común, ¿eso no es tener injerencia sobre un país? ¿Hacer que un gobierno disponga de sus fuerzas armadas sólo para darme gusto y satisfacer mis exigencias, no es ejercer control, no hay subordinación ahí?
En este sentido, retomo y suscribo lo dicho a Infobae por el periodista y analista David Saucedo sobre ceder la soberanía: “Hace tiempo se cedió, desde el 94, cuando se firmó el Tratado de Libre Comercio o cuando se incorporó a México al Tratado de Aranceles y Comercio, o cuando se aceptó la jurisdicción de la Corte Interamericana de Derechos Humanos”, y sigue: “Lo que hace la presidenta Claudia Sheinbaum es un juego de retórica, un poquito de demagogia, también envolviéndose en la bandera y diciendo que no va a ceder soberanía”.
Seamos bien francos: el gobierno de México ha demostrado que no está listo para derrotar a los grupos delictivos. Hay demasiados intereses económicos y políticos entre gobiernos y delincuentes como para arremeter contra ellos con un garrote. Y si no es eso, es que de plano no pueden: o hay corrupción o hay incompetencia, sólo hay de esas dos sopas. Entonces, en lugar de enarbolar un discurso nacionalista y trasnochado sobre la soberanía, mejor, sí, cuidar los intereses económicos del país en cuanto a inversiones, pero aprovechar la fuerza, tecnología y poder de Estados Unidos para poner remedio a esto de una vez por todas.
Quizá peco de ingenuo, pero desde hace años estamos en un punto insostenible. Lamentablemente el gobierno federal está como la vecina cuando le dan la queja de las tropelías de sus hijos mal portados o cuando por canijos otro más grande les pega: se enoja y defiende la soberanía de su hogar diciendo “nadie me va a decir cómo educar a mis hijos”, aunque sus malparidos tengan asolado a todo el barrio.
Lugar y hora equivocados
A veces, cuando sobre alguien cae la desgracia, se habla de la mala suerte, de algo fortuito, o bien que fue la fatalidad, que el destino lo alcanzó. Además de las anteriores, hay muchas más frases hechas a propósito de las fatalidades, pero una muy común, que a veces hasta las autoridades lanzan, es la de estar en el lugar y la hora equivocados, esto cuando se desata una balacera o un ataque armado y alguien ajeno a los hechos resulta afectado.
Lamentablemente esa frase se desdibuja hasta ser absurda, porque en el México actual, en el Michoacán que nos toca vivir y en la Morelia que a veces sufrimos y otras veces padecemos, parecemos ir por ahí con el destino pisándonos los talones.
Ahora ya no hay que estar en una colonia conflictiva a deshoras de la noche, tampoco es preciso estar en un lupanar de mala muerte o en una cantinucha cutre frecuentada por malandros de poca monta. No, actualmente puede usted estar en cualquier parte y la desgracia le caerá encima: no importa si sólo fue a comprarse un tamal en la colonia Fuentes de Morelia, si es valet parking en un antro o bar de la zona linda de la ciudad, si está en un restaurante a medio día comiéndose unas tostadas o un caldo de camarón. Y aun así habrá quienes digan que el bar era un antro de buchones o que el restaurante es propiedad de personas ligadas a gente con pasado oscuro. Pero si sus hijos están jugando un partido de futbol en unas canchas ubicadas frente a la Fiscalía General del Estado y la Secretaría de Seguridad Pública, ¿también es un nido de delincuentes?
Un grupo de jóvenes y adolescentes amantes del futbol no estaban en un antro buchón, no estaban en un restaurante de narcos, no andaban en una colonia caliente de la ciudad ni haciendo un trabajo de alto riesgo. Tampoco estaban en un lugar propicio para la violencia, como los palenques clandestinos. No, los jóvenes baleados en las canchas de Policía y Tránsito estaban practicando un deporte en una zona destinada a ese fin, un domingo por la mañana, rodeados de familias y amigos que cada semana van a pasar un rato agradable. Cualquiera que diga que esos jóvenes estaban en el lugar y la hora equivocados, se merece un puñetazo porque un ama de casa que salga por sus compras y en el camino se tope con una balacera, la familia que vaya en su carro y se vean en medio de un hecho violento, no están nunca en el lugar equivocado.
Quienes están constantemente en el lugar equivocado son, en todo caso, los encargados de protegernos, que, entre otras funciones, tienen la de la prevención del delito, tarea que al parecer no están cumpliendo, con todo y que el 18 de julio de 2022, cuando se creó la Guardia Civil del estado, el entonces secretario, José Alfredo Ortega Reyes, dijo muy ufano: “Este cambio (de Policía Michoacán a Guardia Civil) forma parte de un periodo de transición hacia una estrategia de seguridad basada en dos ejes fundamentales: el de prevención y el de proximidad social”.
Así, con cámaras por toda la ciudad y compartiendo territorio con una Policía Morelia cuyo titular presume como la “más chingona de México”, los ataques armados pueden darse con plena impunidad y bajo los rayos del sol.
Como anécdota: cuando se dieron los ataques a bares (a raíz de lo cual un nido de buchones por fortuna ya cerró), el titular del Ejecutivo estatal sugirió que estos establecimientos contrataran a la Policía Auxiliar. No era la primera vez que lo decía, ya en otras ocasiones había invitado a empresarios a contratar a la corporación estatal para vigilar sus instalaciones. ¿La Liga Municipal de Futbol también debe contratar a la Policía Auxiliar para que vigile los partidos? ¿El dueño de un puesto de tacos o de una barbería también debe contratar a la corporación para que no llegue cualquier hijo de vecina a matarle a los clientes o a él mismo?
Cuando se da un homicidio, de nada sirve que de inmediato lleguen 15 o 20 camionetas de distintas dependencias o corporaciones, el muerto no se va a ir y los asesinos no van a regresar. Pero lamentablemente las policías que tenemos sólo son de reacción, de movilizarse a un solo lugar cuando algo pasa, dejando de lado la prevención, porque si ésta fuera sólida, sería muy complicado circular por la ciudad a bordo de un vehículo robado o sin placas y, peor aún, portando armas.
En fin, así son las cosas y no son exclusivas de Michoacán o Morelia con sus respectivas autoridades. Vaya a Guadalajara, por ejemplo, y dígame cuántas patrullas de la Guardia Nacional ve en el trayecto de la capital de Jalisco a la capital michoacana. La última vez que fui, en un horario de 19:00 a 10:30 horas que duró el trayecto, una sola no vi en todo el camino. Por eso los asaltantes hacen lo que les da la gana en esa y otras autopistas.
Curioso: en Yurécuaro se inauguró una cancha de futbol para prevenir el delito. En Policía y Tránsito hay 40. Es cuánto.