Los mercados odian la incertidumbre, sobre todo cuando la producen las ocurrencias geniales de los políticos.
A Trump se le metió la peregrina idea que había que reindustrializar la economía estadounidense. Hoy, el sector secundario de esa economía representa tan solo el 18% del Producto Interno Bruto (PIB). La producción de manufacturas, en particular, el 11%. Es lógico: como todas las economías desarrolladas, la de Estados Unidos hoy se concentra más en el sector terciario, el de servicios, que tiene un peso del 78% del PIB.
Trump, sin embargo, cree que es necesario regresar a aquellas épocas “gloriosas” de las grandes industrias estadounidenses que dejaron de ser competitivas hace mucho tiempo para dar paso a un pujante, dinámico y productivo sector de servicios.
Lo increíble es que hoy la economía de Estados Unidos está prácticamente en pleno empleo. De hecho, los productores de manufacturas se quejan de no poder encontrar trabajadores para las fábricas que todavía sobreviven en este país.
Es en este contexto que Trump quiere reindustrializar a su país. Y, para lograrlo, está imponiendo un régimen comercial proteccionista basado en aranceles.
Es una ocurrencia que no va a funcionar para la economía, quizá para la política.
Trump está generando una guerra comercial que disminuirá las exportaciones mundiales y, en última instancia, el crecimiento de la economía de todo el planeta, incluyendo la de Estados Unidos.
Los mexicanos sabemos bien que las ocurrencias de los políticos cuestan. El sexenio pasado tuvimos varias: la cancelación del Nuevo Aeropuerto de la Ciudad de México en Texcoco, la construcción del Tren Maya y la Refinería de Dos Bocas, la política de “abrazos no balazos” para combatir la seguridad, la creación de una aerolínea comercial del Estado manejada por militares (Mexicana) o la reforma judicial, por mencionar los ejemplos más conspicuos.
Todo eso derivó en nulo crecimiento económico durante el sexenio de AMLO. El Presidente, hay que reconocerlo, “vendió” bien estas decisiones y acabó siendo muy popular. Lo que para la economía fue un desastre, funcionó para la política.
El desastre económico en Estados Unidos ya comenzó.
El día después de que Trump anunciara los aranceles mundiales vino una caída brutal de los mercados accionarios. De acuerdo con Reuters, el jueves y viernes las 500 compañías que conforman el índice S&P 500 perdieron cinco billones de dólares en capitalización de mercado. Se trata de un récord de pérdidas en los valores accionarios en tan solo dos días.
La acción de Apple, una de las compañías estrella de Estados Unidos, perdió casi 18% en las dos fatídicas jornadas borrando miles de millones de dólares en capitalización de mercado. Es lógico. Como bien lo presumen sus teléfonos inteligentes, el diseño lo hacen en California, pero los aparatos en China. Con los nuevos aranceles de Trump, un iPhone podría costar más de dos mil dólares.
Apple ya había anunciado que invertiría 500 mil millones de dólares para construir una nueva fábrica en Estados Unidos. Mientras su acción siga perdiendo valor, será difícil que tenga los recursos para hacerlo. Y mientras la construyen, si es que la hacen, irán deteriorándose sus ventas por el incremento de precios derivado de los aranceles.
Todo indica que la sangría en los mercados continuará hoy lunes. Al momento de escribir estas líneas, los futuros de los mercados adelantan otra caída de entre 3 y 4%.
La acción de Nike, el productor de ropa deportiva, cayó un 20% el jueves. Lógico, esta compañía fabrica muchos de sus productos en Vietnam al que Trump le impuso un arancel del 46%. Al día siguiente, el viernes, la acción de Nike subió casi 10%. La causa: Trump tuvo una llamada con el Secretario General del Partido Comunista de Vietnam que calificó como “constructiva”. Al parecer, los vietnamitas están dispuestos a negociar para que les bajen los aranceles.
Y eso es lo que precisamente quiere Trump. Desde un punto de vista político y psicológico (por su narcisismo), el Presidente pretende que la gente poderosa le llame para conseguir un arreglo particular. Ya sea monarcas, presidentes, primeros ministros, magnates, dueños de grandes corporaciones, directores generales de empresas, en fin, cualquiera que tenga poder deberá pasar por la aduana del inquilino de la Casa Blanca.
Estamos hablando de un ejercicio de poder impresionante. Y ése es un cambio enorme para la economía mundial. En lugar de estar basada en reglas, ahora lo estará en tratos especiales que se pueda llegar con Trump. Es lo que conocemos muy bien los mexicanos: el “capitalismo de cuates”. X: @leozuckermann