China ha puesto en marcha una nueva ola industrial que ya está generando tensiones en los mercados internacionales. Gracias a una combinación de inversión estatal masiva, innovación tecnológica y un enfoque agresivo en la producción, el país asiático está impulsando un crecimiento explosivo en sus exportaciones, con efectos que amenazan la estabilidad de industrias en EE.UU., Europa y otras regiones.
Durante años, fábricas como la de Volkswagen en Wolfsburg, Alemania, dominaron el panorama automotriz global; pero ahora BYD, el gigante chino de autos eléctricos construye plantas que duplican esa capacidad, ejemplificando el cambio de poder de 1.9 billones de dólares en créditos industriales desde 2020, financiando la construcción y modernización de fábricas en todo el país.
China no solo está aumentando la cantidad de producción, sino también su eficiencia: emplea más robots industriales que cualquier otro país, la mayoría fabricados localmente; un ejemplo es ZEEKR, cuya planta en Ningbo ha incrementado su número de robots de 500 a 820 en solo cuatro años. Este impulso ha tenido un efecto directo en las exportaciones, en 2013, aumentaron un 13.3% y en 2024 otro 17.3%, al mismo tiempo, China redirige sus préstamos hacia la industria tras la desaceleración del sector inmobiliario. Este cambio estructural está orientado a compensar la caía de la demanda interna con un empuje exportador que crea millones de empleos en la manufactura.
El impacto de este “Tsunami exportador” ha sido recibido con precaución en muchas capitales; Estados Unidos, bajo los gobiernos de Trump y Biden, ha respondido con aranceles del 25%, incluso del 181% en algunos productos como los vehículos eléctricos, para frenar lo que consideran competencia desleal. La Unión Europea y países como Brasil, Tailandia o indonesia también han reforzado sus barreras comerciales, aunque con menos visibilidad mediática.
China por su parte, defiende su modelo basado en altas tasas de ahorro, una fuerza tras el colapso inmobiliario de 2021, que devastó los ahorros de muchas familias; aunque algunos economistas locales como Li Doakui, de la Universidad de Tsinghua, han pedido aumentar el gasto social para dinamizar la economía, el gobierno ha priorizado la inversión en infraestructura y tecnología orientada a la exportación. El peso de este país en la industria mundial ha crecido del 6% en 2000 al 32% actual, superando la producción combinada de EE.UU., Alemania, Japón, Corea del Sur y Reino Unido. Este dominio plantea una pregunta urgente: ¿cómo deben responder las economías del mundo ante una China cada vez más competitiva y enfocada en exportar?
A medida que el conflicto comercial escala, muchos gobiernos se debaten entre proteger sus sectores industriales o seguir apostando por el libre comercio. Lo que está claro es que el modelo de crecimiento chino, impulsado por la manufactura de alta escala y el respaldo estatal, está redefiniendo el equilibrio económico global.
Fuente: The New York Times