Si no es por una cosa, es por otra, pero siempre hay un litigio que nos enfrenta con el gobierno estadounidense
Leo Zuckermann
Qué dolor de muelas es tener que lidiar con Donald Trump.
No hay manera de salir bien librado.
Si no es por una cosa, es por otra, pero siempre hay un litigio que nos enfrenta con el gobierno estadounidense.
Está, desde luego, el asunto de los aranceles. O, para ser más correctos, el modelo de comercio internacional entre las dos naciones.
México, Estados Unidos y Canadá decidieron, hace tres décadas, apostarle a un tratado de libre comercio de los tres países de América del Norte. La idea era promover la integración económica de esta región. Ese paradigma está siendo desafiado por Trump quien no cree en los grandes beneficios que genera el libre comercio.
Por el contrario, Trump ha establecido una serie de aranceles a todo el mundo incluyendo a sus socios de América del Norte. Todo indica que el T-MEC, el nuevo tratado de libre comercio que él mismo firmó en 2018 durante su primera Presidencia, está muerto. Trump quiere un nuevo acuerdo que muy probablemente ya no será trilateral sino bilateral. Uno con México, otro con Canadá.
La realidad es que, hoy en día, nada queda claro.
Trump le ha impuesto una serie de aranceles a México que, cuando están a punto de entrar como fue el caso el primero de agosto, decide prorrogar. Así nos las hemos llevado durante ya más de un semestre.
Es de celebrarse la prórroga de las tarifas. Lo que continúa, sin embargo, es la incertidumbre que es como kryptonita para la economía. Los agentes económicos requieren certidumbre para tomar decisiones de inversión. Una empresa que exporta productos de México a Estados Unidos no puede comprometerse a un proyecto de expansión si no tiene claro las reglas tarifarias que tendrá que enfrentar al cruzar la frontera.
Sí, qué bueno que el gobierno de Claudia Sheinbaum tenga la capacidad de negociar con el de Trump para prorrogar la entrada en vigor de aranceles. Pero tampoco podemos festejar con bombo y platillo que siga la incertidumbre por noventa días más.
Hay que reconocer, en este sentido, que Trump nos tiene en el sitio en el que nos quiere tener, es decir, al filo de la navaja. Y eso no es, ni puede ser, una buena noticia.
Como tampoco lo es la filtración de que el Presidente de Estados Unidos ya firmó una orden ejecutiva solicitando a los militares de su país que preparen planes para combatir directamente a los carteles del crimen organizado, considerados como organizaciones terroristas internacionales, en operaciones especiales en territorios extranjeros.
Resulta que la mayoría de esos carteles están en México.
¿Invadirán las Fuerzas Armadas estadounidenses territorio nacional para atacar a dichos carteles?
Nuestra Presidenta afirma que no será el caso.
Pero la amenaza ahí está. Otra más.
¿De qué tipo de operación estamos hablando?
¿Misiles teledirigidos destruyendo laboratorios donde se producen drogas en territorio mexicano?
¿Unidades de operaciones especiales de las Fuerzas Armadas deteniendo y llevándose a Estados Unidos a políticos involucrados con el crimen organizado?
¿Drones asesinando a líderes de los carteles?
La última vez que Estados Unidos invadió a México fue durante la Revolución Mexicana. En 1914 los marines de ese país tomaron el control del puerto de Veracruz y en 1916 enviaron tropas a territorio nacional para capturar a Pancho Villa.
Parece una locura pensar que podríamos estar, de nuevo, frente a una posible operación militar de Estados Unidos en México. Pero con Trump nunca se sabe. Es un Presidente que es capaz, por ejemplo, de enviar a los marines a tomar la ciudad de Los Ángeles porque eso le conviene políticamente.
Un día de estos puede levantarse con el ánimo de hacer una operación militar en el vecino del sur y, a diferencia de su primer mandato donde lo consideró, en esta ocasión sí puede llevarlo a cabo porque ahora tiene muchas menos restricciones políticas.
Lo cual metería en un brete a la presidenta Sheinbaum.
¿Cómo reaccionaría el gobierno mexicano a una afrenta militar estadounidense?
Tan solo pensarlo produce repelús.
Pero en eso estamos. Al filo de la navaja por los aranceles. Amenazados por una posible intervención militar. Es la realidad de tener que lidiar con un personaje como Donald Trump.