Morelia, Michoacán

Sobre la dura cantera, de la mano de seres queridos, sostenidos por su fe, los penitentes avanzan hacia la Virgen de Guadalupe arrodillados, en agradecimiento o para pedir favores. Es el camino de la devoción guadalupana.

Con su mano sobre el hombro de su pequeño, bajo la mirada atenta de su esposa y otro de sus niños, Plácido Ponce, empleado municipal, hace el recorrido sobre la calzada de San Diego arrodillado.

Es el segundo año que acude a la cita con la Morena del Tepeyac, para “dar gracias porque mi familia y yo estamos bien, y pedirle que nos conserve bien”.

Es un camino arduo, donde el amor de los seres queridos y la fe son los más importantes soportes para los penitentes, “pero este año se siente un poco más”.

El frío aún cala, y, con auxilio de su familia y algunas cobijas, José Roberto recorre la senda por tercer año consecutivo.

Agradece un año de sobriedad a la Virgen Morena, y pide que le otorgue la fuerza necesaria para mantenerse con bien para su familia.

Peregrinos y devotos se aglomeran a lo largo y ancho de la calzada de San Diego, entre coronas de flores dedicadas a la Virgen de Guadalupe, pero abren paso a los penitentes, a fin de que puedan arribar hasta el Santuario Guadalupano.

“Hace siete u ocho años mi hijo tuvo su pie malito y le prometí la Virgen de Guadalupe venir, para agradecerle que me lo sanara, apenas este año vengo, ya se la debía”, agrega Eduardo, de ocupación chef.

“Si Dios lo permite, vendré regularmente, para agradecer los favores que hemos recibido y pedirle que nos tome de su mano siempre”, agrega.

Sobre la dura cantera, a pesar del frío de la mañana del 12 de diciembre, los penitentes se disponen a hacer el camino de la fe, sostenidos por su devoción y el cariño de sus seres queridos, hasta los pies de la Morena del Tepeyac.