La semana anterior, se comentó el primer capítulo de la serie “Adolescencia”, que ha resultado un acontecimiento mundial

La semana anterior, se comentó el primer capítulo de la serie “Adolescencia”, que ha resultado un acontecimiento mundial, tanto por el tema, como por el tratamiento que hicieron, desde el punto de vista cinematográfico.

La gravedad de la influencia nociva de las redes sociales -hasta ha provocado homicidios y suicidios-, exige que se le tome en cuenta, tanto para promover políticas públicas del Estado (cambios en las leyes), como para desarrollar enérgicas campañas en las personas, las familias y la sociedad, que enfrenten esos problemas de la violencia en la Humanidad.

En el segundo capítulo, se presencia la irrupción de dos policías a la escuela del acusado, sin previo aviso, sin un objetivo claro y con un vago espíritu de búsqueda de pruebas, del arma homicida y de posibles responsables (aunque en realidad buscan cómplices).

Uno se pregunta ¿por qué actúa de esa manera el equipo policial? ¿no se dan cuenta de lo complejo de la situación?

El jefe policiaco que encabezaba la incursión, intenta simultáneamente calmar a los alumnos (que están inquietos por el homicidio, además de sentirse víctimas de violencia entre ellos), además de indagar sobre los hechos y procurar prevenir más atentados.

En cambio, lo que se muestra es que existen muchos focos de violencia y bulling en los grupos; permea el machismo, los odios raciales y la muy difundida moda de las redes sociales, que tiene su propia dinámica, contradicciones y multiplicación de mensajes fuera del control de las autoridades.

Pareciera que las autoridades, como los adultos, no se percatan del estado de cosas, de los mensajes de odio, ni de la violencia de la población escolar ¿por qué no lo notan? ¿en qué mundo viven los responsables de las familias y la escuela?

El hijo del policía -que tampoco tenía una relación muy estrecha con su padre-, le hace ver que sus lenguajes son distintos: el caló de las redes juveniles (Facebook, x, Instagram, tic-toc), no es conocido ni comprendido por los adultos.

Una parte de la visita de los policías se centró en entrevistar a la amiga de la niña asesinada; ésta muestra su rabia y justifica las conductas de “Katie”; según la amiga, ella era amable, colaboradora, sensible y amistosa. Lo único que parece claro, es que hay odio entre géneros, entre etnias, entre generaciones, entre personas.

Después, los oficiales se acercaron al grupo del alumno acusado, para buscar indicios, cómplices, el arma homicida. Esa era una investigación criminal, que mas bien parecía la búsqueda de terroristas.

¿En qué mundo se vive, donde la justicia persigue a niños, cuando los culpables están en el mundo de Internet?

¿Por qué tienen tanto peso aquellos “influencers”, que siembran ideas tóxicas, de encono, rivalidad, supremacía blanca, misoginia, racismo y xenofobia?

La entrada de la policía al plantel, no saca en claro lo que pasó, ni cambia el estado de cosas allí; por el contrario, sigue reinando caos, incertidumbre, actuaciones de poca reflexión entre autoridades, maestros y alumnos.

Hasta allí, aunque se conoce que el origen de la violencia estuvo en mensajes de redes sociales, se descubre que circuló un video con los hechos donde pierde la vida la estudiante, a manos de un compañero. Sin embargo, eso no mueve a nadie para analizar el problema. La inercia social, hace que casi todo mundo busque chivos expiatorios, mientras que las causas profundas, quedan intocadas.

Aunque en pasillos y corredores se conoce que hay mensajes de odio, que circulan libremente entre los y las jóvenes, pareciera que nadie acierta a encausar las energías adolescentes, de manera constructivas, creativas, productivas y de búsqueda del bien común.

Todo ello refleja una sociedad corrompida, figuras de autoridad sin ella; grupos que no concitan unidad sino desintegración, en medio de un dominio absoluto de internet, “inteligencia artificial”, vulgaridad, falta de principios que conduzcan a la Humanidad por otros caminos.

No parece fácil ni rápido que se transforme un mundo de odios, por un mundo de solidaridad, compromiso, respeto y uso de las mejores recursos humanos, materiales y tecnológicos, en la búsqueda de la verdad, la belleza y el bien. Para ello, las personas, las familias, las comunidades y las sociedades, debemos poner en primer plano una lógica del encuentro humano con el otro, la otra, pleno de ternura, con un lugar a la vulnerabilidad y la fragilidad humana, que sustituya a la lógica del dinero, el poder, la fuerza y el odio.