Morelia, Michoacán

El antes y después en la vida de Martha Araceli Gallardo fue aquel 23 de mayo del año de 2024. Cayó, se dobló, se levantó y hoy es una mujer renovada desde su interior.

Después de una serie de estudios, la mujer recibió el diagnóstico que dio un vuelco a su vida, tenía el cáncer más común y el que más muertes causa entre mujeres, cáncer de mama.

Martha Araceli Gallardo González es una mujer de 58 años, madre y padre de dos hijas, trabajadora de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo (UMSNH) que desde hace casi un año libra esta batalla que ha transformado su vida.

Ha pasado por cirugía, quimioterapia y radioterapia, ahora se encuentra a la espera de un nuevo tratamiento; aún no tiene la seguridad de si será con medicamento tomado hasta por 5 o 7 años, según le ha dicho su médico.

Martha Araceli relata a Primera Plana que recibió un diagnóstico de manera imprevista que transformó su vida, lo más difícil para ella fue abandonar su independencia.

“Mi vida ha cambiado en muchos sentidos, hoy que, para empezar, fue algo así tan imprevisto, y que al final de todo, de ser uno independiente en todos los sentidos, en todos los aspectos, llegas a depender de la familia al cien por ciento, es un golpe muy difícil”, expresa.

Comparte que a lo largo de su vida estaba acostumbrada a valerse por sí misma, su trabajo como empleada de la Universidad Michoacana le daba autonomía económica, crió a sus dos hijas, hoy de 32 y 25 años, como madre soltera, ahora ya vivía sola, en su propia casa y disponía de su tiempo.

Pero lo fuerte e intenso del tratamiento hizo que dejara de ir a trabajar por incapacidad médica y tuvo que abandonar su casa para poder recibir los cuidados necesarios durante su tratamiento.

Lo más duro para Araceli, cuenta, fue el proceso de las quimioterapias. “Llega el momento en que uno dice, ya, hasta aquí, déjenme ir, ya no quiero nada, porque es tan fuerte, en mi caso hubo vomito, era estar dormida prácticamente las 24 horas, fueron entre 10 y 12 días que sólo era levantarme a lo más indispensable porque sentía una debilidad enorme”, relata con tono grave, pero con valentía.

Esta mujer guerrera, con su mirada viendo a la nada, rememora y nos cuenta cómo, incluso, era difícil comer y lo único que su cuerpo aceptaba era manzana cocida. En esos momentos cuando ya no quería saber y hacer nada, tuvo que sacar fuerzas de donde pudiera, luchar incluso contra ella misma para salir adelante.

A pesar del dolor, el tormento y la angustia que hay al librar una batalla contra el cáncer no todo es malo, se presentan las cosas valiosas. El acompañamiento y cuidado de sus hijas y su familia fue fundamental para que Araceli resistiera y lograra el cambio de mentalidad para enfrentar la enfermedad.

La mujer dibuja una sonrisa en su rostro y expresa su agradecimiento a sus hijas, su familia y sus hermanos por acompañarla día a día en este proceso.

“En lo personal, he cambiado porque he aprendido a valorar muchas cosas que tal vez no valoraba. A valorar a la gente, a sentirme más querida, la gente me ha dado más cariño, eso es lo que a mí me reconforta. Estoy aquí, viva y valgo mucho”, declara Araceli.

Ahora, la mujer, la madre, la hermana, Martha Araceli se muestra esperanzada, ha terminado sus últimas radioterapias y estudios. El pasado 6 de febrero regresó a su trabajo y espera pronto regresar a vivir a su casa para recuperar su independencia.

“Para mí sigue, seguir trabajando, seguir con la vida, seguir disfrutando de la vida, seguir con mi autocuidado en mí y para mí”, expresa Araceli con firmeza y alegría, como quien ha librado una gran batalla y ahora tiene la certeza de vivir.


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