Es natural que existan varios puntos de vista, pero es importante detectar cuáles son aquellos criterios que abonan a esta tierra fértil y ávida por crear y cuáles son los que simplemente se motivan por la envidia y la ira

Juan Pablo Arroyo Abraham, colaborador La Voz de Michoacán

“En un mundo de ciegos, el tuerto es el rey”

Erasmo de Rotterdam

Hace unos días vi la tercera entrega de Exterminio, 28 años después, dirigida por el cineasta inglés Danny Boyle, autor de películas como Tumba al ras de la tierra (1994), Trainspotting (1996), Exterminio (2002), 127 horas (2010), entre muchas otras. Si algo caracteriza a este director es su capacidad de plasmar su estilo en cualquier tipo de género. Él no le teme a ser olvidado, él simplemente quiere hacer cine. Con esto me refiero a que más allá de buscar la trascedencia en los libros de la historia cinematográfica y ser recordado como un autor con una temática personal, él optó por buscar un estilo, un sello identitario que lo diferenciare de sus otros colegas. Que independientemente de la trama que se cuente, ya sea la de un grupo de jóvenes cuya búsqueda se centra en satisfacer su adicción a las drogas e ir en contra del establishment, o la de un montañista que queda atrapado entre dos rocas durante cinco días y tiene que tomar la decisión más importante de su vida para poder sobrevivir: amputarse el brazo para liberarse; o la de Jamal Malik, un huérfano hindú que quiere salir de su miseria (no solo económica sino también amorosa) participando en un programa de televisión llamado: Quisiera ser millonario, pero que debido a su condición social rodeado de pobreza y falta de educación, es acusado de hacer trampa ya que los pobres no merecen ser ricos y exitosos; hasta realizar de nuevo, con el riesgo que esto implica, una película de zombies; en todas ellas nos muestra su verdadero rostro, el rostro de un narrador de historias cuya habilidad de mantenernos sumergidos en la butaca está más que comprobada.

La trama de Extermino: La evolución (también conocida como 28 años después), se enfoca en un grupo de sobrevivientes que habitan una isla fortificada, donde se ha desarrollado una comunidad funcional: con escuela, supermercado, centros de convivencia y sobre todo un sistema de seguridad para prevenir el ingreso de los zombies a la isla; es decir, a casi tres décadas del surgimiento de esta pandemia, los ciudadanos han aprendido a vivir con cierta normalidad.

La historia sucede 28 años después del nacimiento de este virus, cuya característica principal es provocar la ira en los infectados. Magistralmente, Boyle, nos lleva de la mano por una especie de road movie (walk movie si existiera el término), en donde Spike, un niño adolescente, quien al enterarse de la existencia de un doctor que vive en tierra firme, decide dejar la isla junto con su madre, sin que nadie se entere, en busca de una cura para el tumor cancerígeno que la ha invadido. Spike ya había tenido acercamiento con los zombies anteriormente, ya que su padre, con el objetivo de convertirlo en un guerrero, lo llevó a los bosques, donde habitan los infectados, para mostrarle las diversas variedades de estos especímenes, explicarle cuales son los más peligrosos y finalmente enseñarle como matarlos. Spike, a su corta edad, ya tenía un mínimo de experiencia para poder sortear las vicisitudes que su búsqueda le traería.

En este trayecto se nos muestra un mundo bizarro, en donde hay zombies gordos y lentos que se arrastran comiendo todo lo que se les cruza a su paso, zombies altos y rápidos de los cuales es casi imposible escapar, unos más letales que otros, pero con un común denominador: convertir a los no infectados en uno más de ellos. Y si uno pensaría que lo hacen únicamente para alimentarse, no es así; los zombies muerden a sus víctimas para crecer su comunidad, para exterminar a los “cuerdos” y poblar esas tierras de su propia raza, una raza que ya no es minoría. Siguiendo esta tesis, podríamos deducir que ambas tribus, la de los infectados y los no infectados, tienen su propio punto de vista en el cómo tendría que ser una sociedad ideal, es decir, cada quien, desde su ángulo, intenta permanecer, reproducirse y tener el control poblacional.

Cuando Spike, después de muchos contratiempos, encuentra al doctor Ian Kelson, (interpretado por Ralph Fiennes), éste le dice que su madre no tiene salvación y que es mejor darle fin a su vida con altas dosis de morfina. Spike, lleno de dolor, se resigna y accede a la propuesta del doctor.

Pero volviendo al virus. Quisiera hacer una analogía y usar este ejemplo para algo que me sucedió semanas atrás. En Morelia existimos una comunidad cinematográfica que día a día estamos intentando hacer cine. Vamos a llamarlo El Gremio, cuya definición es, entre otras, la de un conjunto de personas que persiguen un mismo objetivo: ejercer colectivamente un oficio o profesión en armonía y buenas prácticas por el bien de todos. Hace un mes se rodaron en esta ciudad dos cortometrajes apoyados, en un esfuerzo conjunto, por instituciones municipales e iniciativa privada, en donde la intervención tanto económica como humana hizo posible que estos proyectos se llevaran a cabo exitosamente. Para mí, en lo personal, todo iba viento en popa. Por fin estábamos logrando fortalecer al gremio tanto local como foráneo. A través de convocatorias abiertas se invitó a la comunidad local a participar en dichos proyectos. Muchos atendieron este llamado y fueron parte activa de estos trabajos.

Pero el trago amargo viene cuando comienzo a leer las críticas en redes sociales, en donde mas allá de apoyar dichas iniciativas, fueron severamente criticadas por algunos “infectados”. Entre otros argumentos se decía que habían sido excluidos, que no se les había tomado en cuenta. Pero lo que realmente pienso, es que la envidia es un virus que corroe a algunas personas (no a todos, que quede claro). Bajo el lema de “si no es mío no será de nadie” algunos sueltan pedradas con la finalidad de dañar lo ya logrado.

Reflexionando y tratando de entender su postura, le di varias leídas a dichos comentarios, pero nunca encontré ninguna lógica a estos juicios, ya que más allá de proponer o construir algo, su única intención era la de destruir, la de generar un ambiente negativo y causar divisiones dentro del propio gremio. Algunos se unieron a estas críticas, otros simplemente las ignoraron y otros más, los “cuerdos”, entendieron que la única manera de crecer y generar un círculo virtuoso es a través de la unión, de la comunión de ideas y acciones que creen una plataforma sólida donde todos, repito TODOS, podamos crecer como personas y como cineastas.

Es natural que existan varios puntos de vista sobre una misma acción, pero es muy importante detectar cuáles son aquellos criterios que abonan a esta tierra fértil y ávida por crear y cuáles son los que simplemente se motivan por la envidia y la ira. Al final de cuentas todo río sigue su cause, y será muy difícil desviarlo por unos cuantos que más allá de buscar hacer comunidad, persiguen solo sus intereses personales. Es precisamente a esos “infectados” a los que hay que evitar. Así como Spike comprendió que era imposible matarlos a todos y prefirió esquivarlos para lograr su objetivo, creo que aquellos que realmente amamos lo que hacemos, debemos obviar a estos zombies que solo intentan contaminarnos a todos.

Finalmente, quisiera volver a una parte de Exterminio: La evolución que vale la pena mencionar a estas alturas del texto. Cuando Spike y su padre hacían un rondín en la tierra de los infectados, llegaron hasta un tren abandonado, y al escuchar los lamentos de ultratumba de una mujer zombie, se acercan a ella y se dan cuenta que está embarazada. Dubitativos la ayudan a dar a luz. Una vez que nace el bebé, la matan, ya que ella siguió sus instintos e intentó atacarlos. Obviamente la primer duda que surge es si el bebé es un zombie o no; pues resulta que no. Este nuevo ser está perfectamente sano y es así que deciden llevarlo a la isla para integrarlo a la comunidad de “cuerdos”. Esta acción marca un nuevo hito en la trama: existe esperanza. Y es precisamente con esto que quiero cerrar. Que a pesar de estar rodeados de algunos seres enfermos, siempre existirá la esperanza de que algún día, en un futuro no muy lejano, nos convirtamos en seres de luz (o por lo menos que no seamos seres de sombras), cuyo único propósito sea el de crear, construir, contagiar a la sociedad de un virus que venza la apatía, la envidia y la ira. Es entonces cuando podremos construir un gremio en toda la extensión de la palabra.

Espacio Solaris es un espacio de exhibición cinematográfica independiente, alternativo e incluyente ubicado en el corazón de la ciudad de Morelia. También es el hogar del podcast Butaca 39 y de la Muestra de Cortometraje Contemporáneo 5C.

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