LA CASA DEL JABONERO | Cuidarles las manos
Jorge A. Amaral
Inicia el año. Que sus metas se cumplan, que sus sueños se realicen y en su familia abunden el amor, la prosperidad y la salud. Pero también le deseo un año lleno de buena música, que lo haga vibrar, sonreír, cantar, bailar y conmoverse hasta las lágrimas. Recuerde lo que escribió E.M. Cioran en “El ocaso del pensamiento”: “Si no hubiésemos tenido alma, nos la habría creado la música”. Ahora sí, empecemos.
Estamos en enero y mucha gente busca hacer sus respectivos pagos. Unos, por la sana cultura de no esperar a las largas filas del final, y otros quizá para sacarle provecho a la segunda parte del aguinaldo. El caso es que distintas oficinas ya se ven abarrotadas por los contribuyentes responsables.
Esto no es nuevo, cuando estaba en todo su esplendor el debate sobre la reforma a Poder Judicial, la eliminación de subsidios y la reducción presupuestal, hubo quienes defendieron las altas percepciones de jueces y magistrados argumentando que ellos debían ganar mucho porque así era más difícil que cayeran en las tentaciones de la corrupción. Vaya, la idea era que, si queríamos tener jueces y magistrados honestos y apegados a la legalidad, debíamos tenerlos bien gorditos, bonitos y con percepciones estratosféricas. Otros defendían esa opulencia basados en la alta dignidad del cargo, y claro, nadie que tenga que usar toga para trabajar debería ganar lo que cualquier funcionario.
Sobre este tema, ya en julio del año pasado, el articulista de informador.mx, Jonathan Lomelí, escribía: “Un comentario recurrente para rechazar la austeridad es que ‘un juez bien pagado evita que sea fácilmente sobornable y corruptible’. Esa premisa dio origen a los altos salarios de juzgadores en México (...) ¿Quién puede corromper a un juez que gana 300 mil al mes? Alguien con un poder económico superior a ese ingreso (que son pocos). ¿Y si el juez gana 500 mil? Quizá menos individuos podrán corromperlo. ¿Y si cobra 700 mil? Todavía más poquitos, pero al final, siempre habrá quién pague el precio. Entonces ocurre que sólo las élites económicas y políticas (¿y criminales?) presionan / sobornan / compran a los juzgadores (...) Por tanto, un mejor salario no hace incorruptible a un juez. Sólo lo hace influenciable por una minoría con poder económico y político”. Y eso me hizo recordar que desde el sexenio de Felipe Calderón se les aumentó considerablemente el sueldo a los soldados, marinos y policías federales, incluso en varios estados se buscó mejorar las condiciones laborales de los elementos estatales y municipales, todo bajo la premisa de prevenir la corrupción porque, según dicen, un policía bien pagado es más difícil que ceda a las tentaciones de la delincuencia. El paso del tiempo y los sucesos han demostrado que eso no es cierto: si un policía es corrupto, no importa cuánto le paguen, siempre va a querer más y siempre será corrupto. Y eso aplica a todos los rubros. En alguna ocasión, un político de una localidad me dijo “el puesto (Presidencia Municipal) es lo de menos, no es tanto lo que se gana ahí comparado con lo que sacas de otros lados, pero para eso hay que ser presidente municipal”.
En diciembre de 2022, la autoridad estatal informaba que los trámites vehiculares ya se pagarían mediante tarjeta de crédito o débito, o bien mediante transferencia o depósito bancario, ya sea en línea, en sucursal o mediante tiendas de conveniencia y autoservicio. El argumento, según Luis Navarro, secretario de Finanzas, era que con esa medida se buscaba dar más transparencia a los trámites, eliminar a los intermediarios (que sí, hay que administro, ha habido mucho coyotaje) y cualquier acto de corrupción, reducir los riesgos de manejar dinero en efectivo y evitar que la ciudadanía haga filas con el consecuente ahorro de tiempo, sin molestias de traslado. En todo eso tenía razón el secretario, pero ahorita vamos con lo que sigue.
Algo similar pasó en la Secretaría de Educación en el Estado, pues los pagos de cuotas “voluntarias” e inscripciones ya no se hacen en la escuela ni mediante las mesas directivas de padres de familia. Ahora son como en la Secretaría de Finanzas. Así lo dijo el 2 de septiembre del año pasado Mariana Sosa Olmeda, titular del IEMSySEM: “Por instrucciones del gobernador Alfredo Ramírez Bedolla (siempre por instrucciones de él, los titulares de las dependencias nunca tienen iniciativas propias), en coordinación con la Dirección de Gobierno Digital de la Secretaría de Finanzas y Administración (SFA), se trabajó en la digitalización de 241 trámites y servicios escolares, con el fin de implementar orden, transparencia y claridad en el pago, uso y manejo de recursos en las instituciones coordinadas por el IEMSySEM”. Y como en el caso de la SFA, lo que Mariana Sosa –por instrucciones del gobernador– dijo también es verdad. Antes eran comunes los casos de directores de escuelas forrados de dinero y de presidentas y tesoreras de sociedades de padres de familia que se daban a la fuga con el dinero de la escuela. Ahorita vamos con lo que sigue.
Pero no se vaya a pensar que esto que escribo es una crítica negativa a la digitalización de trámites, porque ese proceso es necesario, ya no vivimos en la década de los 80 o 90. Fíjese que, por ejemplo, he podido comparar una institución bien digitalizada con una que no lo está y la diferencia es abismal: usted quiere tramitar una cita en el IMSS, llame por teléfono o acceda a la aplicación móvil y listo, puede tramitar su cita a medicina familiar. Cuando usted llega a la clínica, basta con reportarse en control y listo, desde una computadora el médico accede a su expediente y le da su consulta y su receta impresa, llenada con computadora.
Si usted quiere cita para medicina familiar en el ISSSTE, la aplicación rara vez sirve, hay que llamar por teléfono, teniendo que esperar hasta media para para ser atendido. Cuando por fin lo atienden, hace su cita y le piden un correo electrónico para la confirmación, pero ese correo jamás llega. El día de su cita debe ir primero a control, donde debe dar su nombre, pero no es para pasar al consultorio, sino para que las personas que ahí laboran busquen un folder de papel con todo su expediente y se lo lleven al médico familiar, quien usará la computadora sólo para poner musiquita, porque la receta la llenará de su puño y letra, y usted sabe lo que es interpretar eso.
Sin embargo -ahora sí, vamos a lo que sigue-, lamentablemente vivimos en una sociedad en la que la ocasión hace al ladrón. Se les paga mucho a los jueces para que no se vendan a la hora de una sentencia, se les ha subido el sueldo a los policías y soldados para que no se involucren con delincuentes, se han digitalizado los pagos de trámites para que no se den malos manejos en las dependencias en cuestión. Como le digo: el gobierno digital es bueno, es necesario y pertinente, pero lo que descorazona es que esa sea la opción ante la corrupción, lo que desanima es el gobierno diciendo “como eres proclive a la corrupción y sé que no te vas a enmendar, te quitaré el acceso al dinero, pero podrás seguir trabajando aquí”. Es como cuando uno deja de beber: se recomienda erradicar de la casa cervezas y botellas. Eso está bien dos o tres días, pero, ¿y luego, cuando en una reunión o fiesta alguien le ofrezca una copa o una cerveza o cuando se presente una situación tensa? El chiste no es alejarse de la tentación, sino ser más fuerte que ella.
Pero bueno, ahora toca lidiar con servidores que se caen y páginas que no responden, ya ve que quieren implementar modalidades de primer mundo con tecnología deficiente. Es cuánto.