La formación de Celia Béjar en las artes escénicas ha sido de manera independiente, a través de su participación en diversos proyectos escénicos como Proyecto Girasoles, Arte Escénico, Vértigo Colectivo, Camaleónico y Cuerpo en 360°, entre otros
Víctor E. Rodríguez Méndez
Nació un miércoles de ceniza hace 36 años en Pedernales, en la Tierra Caliente de Michoacán. Para su propia historia escribiría ella: “Nací en una casita al ladito del cañaveral, ya muy entrada la noche...”. Mujer en constante cambio, con al menos dos décadas de experiencia en la danza Butoh contemporánea, Celia Béjar es creadora escénica y promotora de arte, pero le gusta decir que es mamá antes que otra cosa. No por priorizar su maternidad, aclara, sino porque es algo que la ha definido: “Me convertí en adulta siendo mamá, es algo que me marcó mucho”.
Tampoco oculta que es una persona neurodivergente, lo que hace que vea el mundo de una manera “un poco peculiar”, según señala, “y que tenga muchas ansias, una necesidad casi biológica por estar creando”. Casi todo lo vierte en la danza, nos cuenta en entrevista, aun cuando también ha diversificado su interés hacia otros espacios como la promoción del arte. Pero la danza para ella es, y no ha dejado de serlo, “un espacio de posibilidad donde me puedo habitar sin temor, donde puedo ver mis lados más oscuros y también los más luminosos, donde me puedo acercar a la muerte sin temor, pero también con mucho amor hacia la vida”.
La formación de Celia Béjar en las artes escénicas ha sido de manera independiente, a través de su participación en diversos proyectos escénicos como Proyecto Girasoles, Arte Escénico, Vértigo Colectivo, Camaleónico y Cuerpo en 360°, entre otros. En 2018 inició su propio proyecto dancístico, con el que ha creado piezas coreográficas como Daeki, Eien Ni e Ikari/Kiofu, esta última como parte del resultado del apoyo del PECDA Michoacán 2023-2024.
Hablar de cómo ella llegó a la danza o de cómo la danza llegó hacia ella tiene que ver sustancialmente con la institución educativa en la que cursó el bachillerato en Morelia: el Centro de Educación Artística “Miguel Bernal Jiménez” (CEDART). Celia cuenta que desde niña le gustaba dibujar y pintar, aun cuando las condiciones familiares no se lo permitían. Un evento de información sobre la oferta educativa a estudiantes de bachillerato y su propia intuición la hicieron decidir por seguir pintando y dirigirse al arte. Descubrió entonces el Cedart, al que llegó finalmente más por necedad, incluso en contra de los deseos de su madre.
En el primer año tomó clases de todas las áreas, aun cuando ella siguió su inclinación por las artes plásticas. Y se dio luego su primer encuentro con la danza, especialmente en una clase de principios de ballet con Jorge Cerecero. “Ahí empecé a ver que yo podía hacer lo que él, y ése fue el descubrimiento de la danza y lo maravilloso de las formas, el cuerpo y la vitalidad”. Después participó en un taller con la maestra María Tonantzin con la técnica Graham y encontró la misma sorpresa de comprobar que podía bailar y, sobre todo, saber que tenía un cuerpo por descubrir. “Ella es muy apasionada y disciplinada, nos cuidaba mucho, nos enseñaba un montón de cosas de alimentación y de anatomía; ahí fue donde yo dije: éste es mi camino”.
Celia reconoce la labor educativa del Cedart y no oculta su cariño a la institución. “Vengo de una familia en la que nadie se dedica al arte, y siendo una adolescente tener una escuela que te brinda todas las herramientas de orientación hacia el arte es muy importante porque muchas nos hubiéramos podido perder en el camino”.
El azar y el encuentro con la danza
Para Celia Béjar, la constancia y la capacitación son pilares de su experiencia profesional. Ha participado en diversos seminarios, clínicas, laboratorios y talleres por todo el país. Y es que la relación que ha establecido con la danza hasta el momento no ha podido ser más que “amorosa, amable y empática”, según dice. “Mi formación independiente me ha permitido no pelearme con la danza ni con mi cuerpo. No entré en la exigencia técnica que muchas academias o universidades te piden. Aunque no estaba en la universidad, sí tuve ese entrenamiento, toda esa formación de ballet y de contemporáneo, pero al mismo tiempo tenía otros entrenamientos como meditación activa y técnicas somáticas, que hicieron un buen match para no estar tan estresada por esas exigencias”.
Su camino hacia la danza ha sido azaroso de alguna forma, cuya dedicación ha sido sustentada en mucho por su colaboración con otras personas ligadas a la disciplina artística y a su propio entrenamiento y actualización. En ello ha sido fundamental la constancia en el aprendizaje, ya sea en Morelia o en otras latitudes como Oaxaca o la Ciudad de México. “Todo el tiempo he estado buscando la manera de seguir aprendiendo y eso me ha dado un buen resultado. He visto muchas cosas, he conocido mucha gente, vi mucha danza fuera de Morelia y eso es una maravilla porque te abre mucho el panorama. Mis expectativas en torno a la danza crecieron, pero sin exigirme tanto; sí estaba muy preocupada por hacer y por crear, pero en algún punto sentí que tenía que hacerlo ya, me di cuenta que tengo las herramientas suficientes y que ya tengo el camino, y entonces me encontré de frente con la danza Butoh y me relajé. No importa que tenga más de treinta años, puedo seguir bailando y estudiando. Me di cuenta de que tengo esta reserva y eso fue muy bonito”.
Con este fluir de las cosas, para la creadora escénica los años 2023 y 2024 fueron parte de ese espacio de autorreconocimiento, según explica. “He estado, he insistido un montón, he hecho cosas a pesar de maternar sola y de no tener una familia que me sostenga económicamente”.
Sobre todo, apunta, porque la pandemia de COVID-19 asestó un duro golpe al trabajo del gremio de la danza, particularmente, tanto en la suspensión de presentaciones en los escenarios como en reducir los de por sí escasos apoyos institucionales. “Aunque suene trillado, a mí me sostuvo el amor de amigas; hice algunos trabajos a los que me invitaban, algún taller, participé en la Muestra de Danza que fue virtual en 2021, digamos que estaba yo de a poquito, y mi regreso al escenario fue por una invitación de Alelí Arredondo para participar en el Festival Internacional de Mujeres y Danza; hice una residencia creativa con ellas en Morelia y entonces regresé al escenario con Natalia Reza, por ejemplo, entre otras actividades”.
En 2023 obtuvo el apoyo del PECDA Michoacán 2023-2024 por el proyecto de danza Butoh contemporánea Bestiario. Cuerpo en territorio de incertidumbre, mismo que presentó en el Teatro Ocampo en septiembre del año anterior. Bestiario, explica Celia, es un conjunto de piezas unipersonales. “Cada pieza es un personaje con una emoción oscura y con un impulso salvaje, algunos son pesadillas, otros son bestias, pero no como las tenemos en el imaginario”. Así nació Ikari/Kiofu, como dos unipersonales nuevos del proyecto de beca. “Me seleccionaron y al final de la función agradecí el jurado por apostarle a una danza experimental que se está abriendo camino desde otro lugar que no es lo que ya tenemos fijado, porque es bueno que haya gente que esté viendo lo que estoy haciendo”.
Además, su unipersonal de danza Butoh Daeki fue la pieza ganadora de la XXIV Muestra Estatal de Danza Contemporánea en 2024, y también colaboró con intervenciones performáticas en exposiciones de Salvador Jacobo, Nurivan Viloria y Roxana Cervantes, entre otras presentaciones realizadas en diversos foros de Morelia y Pátzcuaro.
En 2023 creó Deriva Proyecto, que dirige actualmente. Asegura sobre el nacimiento de este proyecto: “Yo quiero que pasen cosas, por lo que después de asistir a la Semana del Arte en CDMX regresé muy puesta, aun cuando ya tenía el proyecto pensado desde hace muchos años, pero no tenía las herramientas ni el tiempo para llevarlo a cabo. Hice Deriva para promocionar, gestionar y colaborar desde lo visual, lo escénico y lo multidisciplinario. El primer proyecto que lanzamos fue con el Open Studio Tour Morelia, con el que abrimos seis estudios de ocho artistas morelianos, con la idea de que el arte no sólo acontece y se observa desde el museo, sino también en un espacio tan importante como es un taller o estudio de un artista”.
Los retos de la danza en Michoacán
Volvemos al tema de la danza y resulta inevitable preguntar a la bailarina y promotora de arte su opinión sobre el público para la danza. “Llevo diez u once años participando de manera continua en la Muestra Estatal de Danza y entonces había mucha gente, pero con la pandemia hubo una fragmentación importante. Ahora está complicado que la gente vaya a las funciones, por lo que los creadores nos tenemos que esforzar para que la gente llegue y eso es muy desgastante, porque no sólo te tienes que preocupar por ti, por entrenarte, por planear lo que vas a hacer, por ensayar, sino también por ver cómo generar público, promocionar nuestro trabajo. Es demasiado, y siento que debería haber una estrategia conjunta entre la Secretaría (de Cultura) y las y los hacedores de danza”.
Por un lado, agrega, está la falta de atención por parte de las instituciones para gestionar recursos suficientes para la danza, y por la otra parte está el mercado del arte, para el que la danza no es un “producto” tan vendible como una exposición de obra plástica o de música. “No hay preocupación por generar más recursos para darle más apoyo a la danza, salvo que sea folclórica, que se puede llevar la mitad del presupuesto del Departamento de Danza. Por eso nos toca como hacedores y hacedoras la educación de la gente que llega a la institución”.
Así las cosas, para Celia Béjar el estado de salud que guarda la danza es “estable, pero en recuperación”. Añade: “En recuperación porque nos está costando trabajo recuperarnos de la pandemia, recuperar al público y hacer que la gente confíe de nuevo en la institución en cuanto a que paguen presentaciones y nos abran los espacios. Espero que las instituciones se muevan más hacia elaborar una estrategia para generar público porque nosotras no podemos hacerlo todo, aunque quisiéramos; nos esforzamos mucho, pero no nos alcanza”. Afortunadamente, dice, el Programa de Estímulo a la Creación y Desarrollo Artístico (PECDA) regresó después de seis años, “pero ahora no te lo dan por un año, sino sólo por seis meses; está bien que haya vuelto a salir, porque el hecho de que haya becas como ésta en Michoacán nos hace seguir con nuestro posicionamiento de visibilización y descentralización respecto a la CDMX, Monterrey o Guadalajara”.
Finaliza: “Hay mucho talento en provincia, pero si nos dejan sin apoyos nos rezagan. Las becas me permiten producir mejor, por ejemplo, puedo pagarles a los compañeros que colaboran conmigo; nos permiten dejar de precarizarnos. Hay que apostarle a todo, a todas las becas… Yo ya me volví una cazadora de convocatorias”. Sonríe, y el movimiento de la danza fluye y le sale por las manos, por todo el cuerpo.
Víctor Rodríguez, comunicólogo, diseñador gráfico y periodista cultural.