Los drones se están convirtiendo rápidamente en armas de bajo coste y gran impacto que amenazan con sobrepasar el Derecho Internacional Humanitario
Agencias / La Voz de Michoacán
Los drones están reconfigurando la guerra moderna, desde los desiertos de Sudán hasta las calles de Gaza, Líbano y Ucrania. Los vehículos aéreos no tripulados (UAV, por sus siglas en inglés), antes usados por unas pocas potencias en la lucha antiterrorista, son ahora omnipresentes, siendo casi 50 los países que los despliegan en conflictos.
África es un claro ejemplo de esta transformación. Desde 2021, el uso de drones se ha disparado en el continente. «Está claro que los drones se consideran un “activo” militar atractivo, ya que se cree que permiten una guerra moderna, “eficiente” y selectiva, al tiempo que reducen cualquier riesgo para el personal del ejército», afirma Cora Morris, del grupo de investigación Drone Wars UK y autora del informe Death on Delivery.
Los drones se están convirtiendo rápidamente en armas de bajo coste y gran impacto que amenazan con sobrepasar el Derecho Internacional Humanitario (DIH), así como socavar las normas de control armamentístico. Su asequibilidad, anonimato y autonomía a menudo eluden la protección civil.
‘Precisión quirúrgica’
Quienes los defienden sostienen que los drones reducen los daños colaterales. Sin embargo, el creciente número de víctimas civiles en África y otros lugares pone en tela de juicio el mito de la guerra «limpia» y la idoneidad de las leyes internacionales. La ONG británica Drone Wars UK afirma que el uso de drones rebaja el umbral de la fuerza, aumenta el alcance de los asesinatos selectivos y reduce la rendición de cuentas.
El informe Death on Delivery, publicado en el mes de marzo, documenta al menos 943 muertes de civiles en 50 incidentes acaecidos entre noviembre de 2021 y noviembre de 2024. Casi la mitad -490- se debieron a ataques etíopes de aviones no tripulados. Otros ataques se produjeron en Burkina Faso, Malí, Somalia, Nigeria y Sudán.
«Parece existir una definición muy amplia de lo que se considera un objetivo, de modo que zonas enteras se han vuelto vulnerables a los ataques intensivos con aviones no tripulados, sin apenas distinguir entre civiles y combatientes», afirma Morris. «En Etiopía, por ejemplo, muchas de las víctimas de estos ataques proceden de las regiones de Amhara y Tigray».
Hace unos años, los ataques con drones se vinculaban principalmente a operaciones antiterroristas de Estados Unidos. Las decisiones de llevar a cabo ejecuciones extrajudiciales en países que no estaban directamente en guerra con Estados Unidos, como el caso de Pakistán, constituían la principal fuente de controversia, críticas y debates jurídicos.
Actualmente, los drones se usan indistintamente en guerras convencionales y guerras internas. De hecho, se atribuyen entre cientos y miles de muertes de civiles a este tipo de ataques.
¿A qué se debe el auge de la guerra con drones?
¿Qué incentiva la proliferación mundial de drones? Los costes y la comodidad. Los aviones teledirigidos de altitud media y gran autonomía (MALE, por sus siglas en inglés), que en su día eran exclusivos de Estados Unidos, Reino Unido, Israel y China, son ahora exportados por Turquía e Irán a un coste inferior, ya que han sacado provecho de los componentes estándar u OTS, los diseños modulares y la tecnología de código abierto.
Muchos gobiernos han aprovechado esta oportunidad para modernizar sus ejércitos. Los drones pueden costar una milésima parte de lo que cuesta un bombardero o un tanque, pero mantienen su capacidad de destruir objetivos de gran valor.Ucrania demostró su gran potencial en junio. En una asombrosa operación, Kiev desplegó más de 100 drones de bajo coste con visión en primera persona -cada uno con un precio de entre 600 y 1.000 dólares, según el Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales- para atacar 40 aviones de guerra rusos en cuatro bases militares. Los drones también se han convertido en una herramienta imprescindible en la guerra asimétrica. Según el Instituto Danés de Estudios Internacionales, más de 65 grupos armados no estatales poseen drones. Belkis Wille, de la ONG Human Rights Watch (HRW), habla de un «cambio de paradigma».
Los drones comerciales pueden modificarse fácilmente y permiten a actores de bajo presupuesto -o a individuos con una impresora 3D y una cuenta en Amazon- perpetrar ataques urbanos selectivos.
«Ahora se puede atacar a civiles con gran precisión por un módico precio», afirma Wille, directora asociada del departamento de crisis, conflictos y armas de HRW.
Wille publicó en junio un informe en el que documentaba el modo en el que quienes pilotaban drones de Rusia cazaban a civiles en Jersón (Ucrania). Estas personas recurrieron a drones cuadricópteros disponibles en el mercado para lanzar explosivos sobre ciclistas, peatones y personas usuarias de autobuses.
¿Qué dice el Derecho Internacional Humanitario (DIH)?
Los Convenios de Ginebra y sus Protocolos Adicionales ya prohíben los ataques indiscriminados y protegen explícitamente a los civiles. El Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) señala que la guerra con drones no es intrínsecamente ilegal.
Ciñéndonos al enfoque del DIH, «la persona que controla el dron a distancia y toma la decisión de atacar debe garantizar que se cumpla el DIH, por ejemplo, mediante la aplicación del principio de distinción, proporcionalidad y precaución a la situación específica de que se trate», afirma Anna Rosalie Greipl, investigadora de la Academia de Derecho Internacional Humanitario y Derechos Humanos de Ginebra.
«No hay nada de malo en la ley», coincide Wille. «Los drones son un mero mecanismo de entrega. El problema viene de su aplicación».
En su opinión, lo que hace peligrosos a los drones no es el hecho de que queden fuera de los marcos legales existentes, sino que permiten que las violaciones se produzcan de una forma más eficiente y anónima, como ocurre en el caso de los ataques deliberados contra civiles.
IA y robots asesinos
Wille también se muestra preocupada por la forma en la que el movimiento hacia la autonomía de los sistemas de drones puede acelerar esa tendencia, especialmente los integrados con IA. Señala el caso de Rusia y Ucrania, donde la tecnología de los drones y las contratecnologías avanzan con rapidez.
Próximamente, los drones mejorados con IA podrían ser una realidad en el campo de batalla. «Existen varias maneras de divisar robots que asesinan en el campo de batalla, y una de ellas son los drones», afirma.
Según Wille, la proliferación de drones ha resultado en el auge de tecnologías de jamming o interferencia, entendiéndose como la emisión deliberada de señales de radiofrecuencia o interferencias electromagnéticas para confundir, bloquear o anular los sistemas de un dron.
Una solución a las interferencias por la que abogan algunas fuerzas armadas pasa por crear sistemas autónomos que no requieran ninguna línea de comunicación entre el dron y la persona que lo opera una vez que este haya alzado su vuelo. El propio dron podría entrenarse con cientos de miles de imágenes de tanques, por ejemplo, para eliminar objetivos.
«Una vez que eso ocurra, estos drones podrían adentrarse en el terreno de los robots que asesinan, ya que no hay ningún humano en el bucle», comenta Wille. «Se podría entrenar a estos drones para que eliminen fácilmente a menores como si de un tanque se tratara. Ese es el peor escenario hacia el que nos dirigimos».
El CICR sigue de cerca esta evolución. «Con apenas una actualización del software o un cambio en la doctrina militar, [los drones] podrían convertirse fácilmente en los sistemas de armas autónomas (AWS, por sus siglas en inglés) del mañana… que seleccionan y aplican la fuerza a objetivos sin intervención humana», advierte la organización con sede en Ginebra en su informe Desafíos del DIH 2024.
Zonas grises en la ley
Los principios del DIH exigen que las partes beligerantes distingan entre combatientes y civiles, garanticen que los ataques son proporcionales a la ventaja militar obtenida y tomen precauciones para minimizar los daños a la población civil. Así y todo, el creciente uso de drones en entornos complejos plantea retos a la hora de identificar con precisión los objetivos lícitos y evaluar los posibles daños a civiles.
Greipl destaca la cuestión de los resultados de los sistemas de IA: utilizar la IA para recopilar información, analizar los datos que aportan los drones y proporcionar resultados a las personas responsables de la toma de decisiones militares. Esto «puede ser muy problemático dependiendo de cómo se utilice esa información para realizar las evaluaciones legales pertinentes sin saber exactamente cómo funcionan los sesgos y las suposiciones ligadas a esa tecnología», afirma.
Según Wille, otro problema es que, mientras que los militares que despliegan drones «entienden» el derecho internacional humanitario, los actores comerciales del sector privado que los fabrican en lugares como Silicon Valley normalmente no lo hacen. La decisión del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, de suprimir la oficina del Pentágono responsable de reducir las bajas civiles en combate supone un «avance aterrador» en esta era marcada por la proliferación de drones.
Regulación irregular
Los controles internacionales actuales -el Régimen de Control de Tecnología de Misiles, el Tratado sobre Comercio de Armas y el Acuerdo de Wassenaar- son deficientes, según Morris, de Drone Wars UK. No han conseguido frenar la expansión mundial y el uso indebido de los drones.
«No cabe duda de que es urgente la cooperación internacional para regular la proliferación y el uso de drones», afirma. «Los marcos regulatorios actuales han demostrado ser claramente inadecuados».
Los debates en la Asamblea General de las Naciones Unidas en Nueva York y en Ginebra se han centrado en las armas autónomas, en concreto en los llamados «robots asesinos».
No obstante, los expertos jurídicos sostienen que no es suficiente. Afirman que los Estados deben reforzar los mecanismos internos de cumplimiento, financiar el seguimiento de los daños a civiles y las indemnizaciones, así como mantener sus compromisos con los organismos internacionales de justicia, tales como la Corte Penal Internacional. Los países exportadores deben investigar rigurosamente cómo se utilizan sus drones y exigir responsabilidades a quienes infringen las normas.
En marzo de 2024, Portugal encabezó una coalición formada por 21 países de la ONU que pedía más transparencia y rendición de cuentas en torno a los drones armados. El secretario general de las Naciones Unidas ha instado a los Estados a regular o prohibir las armas autónomas para 2026.
«Tenemos el problema de que los drones que operan con sistemas de IA podrían utilizarse no solo para identificar un objetivo, sino también para seleccionar y aplicar la fuerza sin intervención humana», dice Greipl. «Ahí sí que deberíamos tener limitaciones y restricciones claras».