Morelia, Michoacán

El 25 de diciembre del 2024, Morelia despertó con un manto de quietud que contrastó con la bulliciosa celebración de la Nochebuena. El intenso frío se apropió de las calles desiertas del Centro Histórico, donde el eco de los pasos sustituía el habitual sonido del tránsito y las voces de los transeúntes.

En el corazón de la ciudad, la soledad era evidente. Las luces navideñas seguían encendidas, iluminando fachadas y plazas vacías, mientras el aroma del ponche y los tamales se disipaba en el aire de la madrugada. Parecía como si Morelia hubiera hecho una pausa para respirar tras una noche de convivencia, risas y brindis.

En contraste, en algunas colonias populares, el espíritu festivo aún se mantenía vivo. Las casas continuaban iluminadas, y las reuniones familiares, aunque más pequeñas, se extendieron hasta las primeras horas de la mañana. Los acordes de música y las risas de los amanecidos daban testimonio de que, para muchos, la Navidad no termina con la medianoche.

La imagen de una Morelia desolada ofrecía un momento de reflexión. Mientras las familias se resguardaban en sus hogares para disfrutar del recalentado y los regalos, la ciudad parecía recordar el verdadero significado de estas fechas: el encuentro, la pausa y la renovación.

Así transcurrió el amanecer de Navidad en Morelia, entre la calma y las pequeñas islas de fiesta que mantenían viva la chispa navideña.