En días recientes, desde la conferencia mañanera de la Presidenta Claudia Sheinbaum Pardo, se presentó un cronograma con catorce puntos que serán consultados a la ciudadanía, autoridades y especialistas, como parte de los trabajos para la reforma electoral. Uno de estos puntos es la revisión de la representación del pueblo.
Lo anterior, debe entenderse como la forma de representar la votación plural que se da en las urnas; ello es posible mediante la representación proporcional, la cual, en nuestro sistema electoral busca asegurar que las fuerzas políticas que no ganaron en las urnas, pero obtuvieron un número importante de votos, tengan presencia en el Congreso, es decir, en el parlamento donde se toman las decisiones del país.
No se trata de un privilegio, sino de un mecanismo para que la voz de esos electores también esté presente; por ello, el problema, más que la figura misma, radica en la forma en que se asignan esos espacios. En México, las listas de plurinominales las elaboran los propios partidos, generalmente desde sus dirigencias, reservando los primeros lugares para perfiles cercanos a las cúpulas, lo que genera la percepción, y, a veces la realidad de que se trata de cargos “asegurados” sin pasar por el escrutinio de una campaña.
Las menciones que se han realizado desde el Ejecutivo, no plantea eliminar esta representación, sino cambiar el método para asignarla. Ejemplo de esto, es lo que ocurre en algunas entidades del país como Ciudad de México, Baja California o Durango, donde estos espacios se destinan a candidaturas que participaron en la elección, pero no ganaron, siempre y cuando hayan aportado un número significativo de votos.
Otros países, como Argentina, eligen a sus plurinominales mediante elecciones primarias obligatorias. Cualquier modificación deberá partir del reconocimiento de que estos escaños son una vía para que todas las voces que no resultaron mayoritarias pero que tengan un lugar con voz en las decisiones legislativas. El reto está en asegurar que el método sea transparente, democrático y represente efectivamente a la ciudadanía.
Los próximos meses, conforme se conozcan los detalles de la iniciativa, serán clave para debatir no solo si debe cambiar la figura de los plurinominales, sino cómo lograr que esta siga cumpliendo su objetivo original: garantizar la pluralidad en nuestra democracia.
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