El Lienzo de Jicalán consta de 38 cuadros donde se representaron diversas escenas, resaltando tres de mayor tamaño.

Ricardo Carvajal Medina

El Michoacán prehispánico estuvo habitado por pueblos de diverso origen étnico, lingüístico y cultural, con sus propios linajes gobernantes y dioses patronos. Para el Posclásico Tardío (1200-1522), el grupo étnico dominante era el tarasco o purépecha, que conquistó pueblos que tenían una historia muy antigua en la región. Uno de estos grupos fueron los nahuas de la Tierra Caliente, región rica en recursos minerales y producción agrícola, que fueron conquistados por los tarascos durante su expansión en el siglo XV. Años después de la Conquista española, estos pueblos elaboraron un documento pictográfico, conocido actualmente como el Lienzo de Jicalán, para reivindicar su antigüedad y derecho de usufructuar los recursos minerales ante la Corona Española y las élites tarascas.

Durante muchos años se consideró el Lienzo de Jicalán como un documento de origen tarasco, pero las investigaciones del Dr. Hans Roskamp*, confirman que se trata de la historia sagrada de los pueblos nahuas de la Tierra Caliente de Michoacán. Revisando varias fuentes de archivo, Roskamp concluye que el Lienzo de Jicalán narra la migración de un grupo nahua desde la costa del Golfo, denominado como los xiuhquilteca, que se reivindicaban como “toltecas” (“maestros de artes”), y cuyo dios patrono fue Tezcatlipoca, y su paso por varias partes del centro de México, hasta llegar a Michoacán.

El Lienzo de Jicalán fue elaborado hacía 1566 en el pueblo de Jicalán, al sur de Uruapan, con tres tiras de algodón cosidas, midiendo 2.63 m de largo por 2.03 m de ancho, utilizando tintes de color negro, rojo, y probablemente azul. Contiene elementos iconográficos prehispánicos, como el glifo altépetl para representar lugares, pero también representa arquitectura y objetos coloniales, que son explicados con glosas en caracteres latinos en lengua nahua, y algunos topónimos y personajes en idioma tarasco.

El cronista franciscano fray Alonso de la Rea, mencionó en 1643 que el lienzo se encontraba resguardado en el pueblo cercano de Jucutácato, de donde obtuvo su primera denominación, y donde permaneció hasta el siglo XIX. Posteriormente se realizaron varias copias para su estudio y darlo a conocer, hasta que finalmente el original ser resguardó en la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística, donde por falta de cuidado, fue roído por ratones; actualmente se encuentra restaurado y bajo resguardo en la misma institución.

El Lienzo de Jicalán consta de 38 cuadros donde se representaron diversas escenas, resaltando tres de mayor tamaño. La primera escena corresponde a la creación mítica de los xiuhquilteca en su lugar de origen en la costa del Golfo llamado Chalchiuihtlahpazco, lugar mítico representado como una cueva o vasija. Los xiuhquilteca guiados por su dios patrono Tezcatlipoca que fue representado como un ave, migraron por diversos lugares del centro de México buscando cobre y matiz, hasta llegar a Michoacán, donde se dibujó la segunda escena importante, que corresponde a la fundación de Xiuhquilan (Jicalán), donde descubrieron y tomaron posesión de las minas, desarrollando una importante actividad minera y metalúrgica en el cinturón de cobre de Tierra Caliente.

La tercera escena importante es referente a la incorporación de Jicalán al Estado tarasco, relatando su confederación y sujeción al linaje Uacúsecha (“águilas”), en este caso pagando tributo al señor de Ihuatzio, Tucúruan (segunda mitad del siglo XV). Para el período colonial, se hace mención del cambio de sede de poder de Tzintzuntzan a Pátzcuaro, acaecido en 1538, y al gobierno de Antonio Huitziméngari (1545-1562), hijo del último cazonci Francisco Tangáxoan.

El Lienzo de Jicalán es un documento pictográfico indígena michoacano muy importante, pues narra la historia de un pueblo no-tarasco que vivió en Tierra Caliente. A pesar de haberse vuelto vasallos del cazonci y reconociendo su autoridad tanto en la época prehispánica y colonial temprana, resaltaron que según su propia historia, estaban tiempo antes de la conquista tarasca. Cabe destacarse, que a diferencia de los tarasco-uacúsechaque se reivindicaron como chichimecas norteños cuyo dios patrono fue Tirípeme Curícaueri, los xiuhquilteca se reivindicaron como toltecas (“maestros de artes”), provenientes de la costa del Golfo, y cuyo dios patrono fue Tezcatlipoca.

*PARA SABER MÁS: ROSKAMP, HANS. La historiografía indígena de Michoacán. El lienzo de Jucutácato y los títulos de Carapan. Leiden, Países Bajos, Research School CNWS-Leiden University, (CNWS Publications vol. 72), 1998.

Ricardo Carvajal Medina, es pasante de maestría en Filosofía de la Cultura por la UMSNH, y actualmente se encuentra estudiando la Licenciatura en Derecho en la misma institución. Se ha especializado en el pasado michoacano, poniendo el acento en la cultura tarasca y la guerra amerindia. Ha presentado trabajos en diversos encuentros, seminarios, coloquios y congresos; impartido varios talleres, y publicado varios ensayos, artículos y capítulos de libro. Recientemente ha participado en varios documentales y reportajes del SMRTV. Es miembro cofundador de Mechoacan Tarascorum.