Asaid Castro/ACG – Pátzcuaro, Michoacán
En Ihuatzio, en la ribera del Lago de Pátzcuaro, desde los 10 años, María Concepción Reyes Urbina aprendió el oficio de sus padres, tejiendo con destreza figuras de chuspata que transforman cualquier imaginación en realidad: desde sopladores hasta animales con estructuras de herrería.
“Hacemos sobre medida y diseño. A veces vienen por un tascalito o un cesto, y otras nos piden hasta animales”, comenta con orgullo. Sus piezas varían entre los 30 y los 2,000 pesos, según la complejidad del trabajo, y para encargos se puede llamar al 4341883073.
Cuando los pedidos son personalizados, el trabajo comienza temprano. Una figura pequeña puede tomar al menos media hora, pero los encargos más complejos pueden demorar más de dos semanas.
“Aprendí de mis papás. Sólo con verlos, uno aprende. Ahora mi hijo Isaac sabe más que mi esposo y yo”, dice orgullosa, resaltando cómo su hijo Issac ha adoptado el arte y continúa el legado familiar además de sus estudios.
El reto del regateo y la competencia
La vida como artesana no está exenta de desafíos. “Damos precios justos, pero el material es caro”, explica Concepción, mientras menciona cómo el regateo y la competencia con productos industriales afectan su oficio. Aunque la chuspata no tiene imitaciones directas, los revendedores también influyen en el declive de esta tradición.
Creaciones personalizadas y tradición renovada
A pesar de los obstáculos, Concepción mantiene viva su pasión. Reciben encargos personalizados, algunos con diseños complejos que requieren adaptar técnicas. “Nos traen fotos de muebles o figuras y las hacemos realidad. Es un reto, pero siempre encontramos cómo lograrlo”, dice con una sonrisa.
Alrededor de su taller, las fibras naturales cuentan historias de adaptación. Algunas piezas conservan su color paja original, mientras que otras han sido teñidas para ajustarse a los gustos contemporáneos y hasta figuras por mas extrañas que parezcan. Además de ser decorativas, muchas creaciones son extremadamente resistentes, incluso al peso de una persona, gracias a la estructura de herrería que las sostiene.
Mientras atiende a un cliente, la luz del mediodía ilumina su rostro. Concepción y su familia siguen entrelazando pasado y presente en cada pieza, preservando una herencia cultural que desafía el tiempo y las imitaciones.